dimarts, 18 de febrer del 2020

EL RABEL INSTRUMENTO MUSICO FOLKLORICO

Por: F. GOMARIN GUIRADO


NOTA PRELIMINAR


Portada original de la publicación
En este trabajo he procurado recoger el mayor número de conocimientos que me ha sido posible acerca del rabel. No obstante, si de algo hay que lamentarse, es de que ningún escritor ni folklorista, aunque los segundos sean más escasos, se hayan ocupado en anteriores publicaciones de dicho instrumento.

Si un estudio como el que aquí intentó presentar, se hubiera realizado hace tan sólo treinta años, se hubiese llegado a tiempo para conversar, como mínimo, con una centena de hombres que tocaron el rabel. Así se hubieran cubierto grandes lagunas que, para estudios sucesivos, habrían de resultar muy provechosos e importantes, y que hoy, desgraciadamente, son insalvables.  Aunque incluyo todos los datos que me ha sido posible recoger, referentes a la presencia del rabel en España, trato, no obstante, de profundizar en el conocimiento de este instrumento en la provincia de Santander.

El rabel es un instrumento musical que pertenece al grupo de los instrumentos de cuerda y, a su vez, a los instrumentos de arco, formando una familia conocida con el mismo nombre.

El instrumento está compuesto por un mástil y una caja, con un variado número de cuerdas.

Los puntos en común que tiene con el violín son: que se afina y toca de parecida forma, no poseyendo ninguno de ellos trastes.  Se diferencia el rabel del violín: en que el primero no tiene “alma” (barrita de madera con sección circular que se coloca debajo del puente, uniendo las tapas anterior y posterior de la caja de resonancia), de forma que la tabla puede vibrar libremente.

Los clavijeros son de tipos distintos, al igual que los mástiles y cajas, poseyendo perforaciones de formas irregulares en su cara superior, a efectos de que el sonido efectúe su entrada en la caja de resonancia. Por otra parte es distinto el sistema de sujeción de las cuerdas en la zona inferior del instrumento.  En conclusión, nunca encontraremos dos rabeles iguales.

Alguien ha dicho que el rabel es un violín en su forma primitiva; sin embargo, tenemos, en la época en que el rabel fue introducido en España, al violín en anteriores y evolucionadas formas, con las que hoy le conocemos, siendo a mi juicio más fácil que descienda del fiedel, instrumento también de origen oriental, al que el “Salterio de Utrecht”, del siglo IX, representa en una ilustración.

Robert Donington dice: “El violín y su familia comparecieron en la escena musical de Europa, concretamente hacia 1550. Pero como su pariente próximo el “rabel” o rebeco, el violín fue considerado inicialmente un instrumento especialmente para acompañar la danza o a determinados espectáculos populares o teatrales.” Al referirse al rabel con relación al violín dice “su pariente” y no su antecesor”.

Tiene el violín una forma concreta que guardan todos los ejemplares de su familia, sus tablas abombadas, hombros curvos; todo él construido con maderas ligeras, siendo el volumen de su caja producto de estudios a través de generaciones. Contando con un sistema de anclaje de las cuerdas, complicado y más efectivo en comparación con el del rabel.

El violín goza hoy día de una preponderancia debida a la calidad de su sonido y posibilidades expresivas, estando por otra parte su técnica manual muy avanzada, evitando la fatiga de quien lo ejecuta en actuaciones prolongadas.

“Nuestros rabeles”, es un estudio descriptivo de cada uno de los tipos que en diversos puntos de la provincia he obtenido. En total son once ejemplares, si bien me encuentro ante la necesidad de aclarar que no incluyo algunos instrumentos carentes de interés, ya que no guardan ningún contacto con los rabeles y sí con los violines: La clasificación cronológica no ha sido fácil y aparte de guiarme por datos históricos, características propias del instrumento, etc., me he apoyado en las propias manifestaciones de los propietarios.  La sección referente a rabelistas quizás sea una de las más desarropadas, puesto que la escasez de datos sobre personas fallecidas hace muchos años, hoy día la hace poco menos que imposible. De unos solamente he podido ohtener el nombre, de otros, que eran excelentes tañedores, y de los menos algunas anécdotas ‘de su vida.

Aquí incluyo una transcripción musical de las melodías para rabel. Esta tran scripción ha sido hecha sobre piezas interpretadas por Francisco Sobaler, a “lo pesao” y a “lo ligero”. Creo que es la primera que se realiza hasta el momento. De la misma forma incluyo en esta sección, junto a las melodías, una colección de 184 coplillas recogidas de la tradición en su mayoría inéditas, publicadas aquí por primera vez, y otras que se pueden encontrár recogidas por Sixto Córdova y Oña, y que he podido escuchar hoy día en nuestros pueeblos, siendo un claro ejemplo de pervivencia.


EL RABEL

 El Irán ha ejercido su influencia sobre las más grandes civilizaciones.  Es aquí donde el Islam ha cimentado su cultura, su arte, etc., llevándola a las regiones más apartadas del imperio musulmán, como en España, donde conservamos el cante flamenco, uno de los posibles herederos directos de la música iraní.

Pues bien, todos los datos hacen pensar que el rabel es un instrumento musical que tiene su origen en Persia. Siendo importante la difusión que, del instrumento llevaran a cabo los árabes por todos los territorios sometidos, pudiéndose encontrar en distintos puntos de Oriente, donde en la actualidad perviven diversas clases de instrumentos de arco derivados de los antiguos.  También en la isla de Creta se toca un rabel.

En España la presencia del rabé morisco se hace patente entre los moros de Granada y en la corte de nuestros Condes-Reyes del siglo XIV.  Dentro de la música, el rabel constituye una familia formada por diversos instrumentos, nombres y medidas, que tuvo su apogeo durante la Edad Media. Fue muy usado por los músicos de la corte, pero con el Renacimiento va desapareciendo poco a poco como instrumento culto hasta pasar a manos del Pueblo, siendo el de dimensiones más breves el que estuvo más en boga.

Rebec o Rabeba (Castellano: rabel o giga). Fue uno de los instrumentos medievales de cuerda con arco, más típicos, en forma de pera alargada y partida verticalmente, con las tablas de la cara superior planas, con el fondo abombado y el clavijero en forma de barca pequeña, las clavijas al costado, disponiendo, generalmente, de tres cuerdas, no tocándose exclusivamente con arco.

Sin “alma”, ni trastes, consiguiéndose sonidos sorprendentes, ásperos y agudos. Estos rabeles son similares a ciertas fídulas primitivas, acabando las características propias de cada uno de ellos por diferenciarlos. El rebec siempre fue un instrumento más popular y considerado de menos categoría artística que la fídula, que ha sido uno de los instrumentos principales de toda la música medieval.

También se encuentra el rabén (Castellano: rabé morisco), que no es otro sino el “rabab” morisco, del que el Arcipreste de Hita señala una variedad.  De  la importancia del rabel nos hablan en sus obras numerosos poetas de los siglos XIII y XIV. Así, el autor del Libro de Alexandre (a mediados del siglo XIII), describiendo la entrada del conquistador de Babilonia, dice:

El pleyto do joglares era fiera riota
avie y simfonía, farpa, giga e rota,
albogues e salterio, cítola que más trota,
guitarra e viola que las coytas enbota.

En éste, Alfonso XI describe su matrimonio en 1328 y cómo tañían, en el Monasterio de las Huelgas de Burgos, los juglares sus instrumentos:

El laúd ivan tanyendo,
estromen to falaguero,
el rabé con el salterio;
la guitarra serranista,
estromen to con razón.

En 1330, el Arcipreste de Hita escribe un poema, refiriéndose a cómo los clérigos, monjas, señoras y juglares salieron a recibir a Don Amor ( constituyendo todo un inventario del variado instrumental músico de la época) :

Recíbenlo los arbores con ramos et con flores,
de diversas maneras, de diversos colores;
recíbenlo los ornes, et duennas con amores;
con muchos instrumentos salen los atambores.
Allí sale gritando la guitarra morisca
de las voces aguda , de los puntos arisca;
el corpudo laúd que tiene punto a la trisca;
la guitarra latina con estos se aprisca.
El rabe gritador con la sua alta nota,
cabél el orabín , teniendo la su rota;
el salterio con ellos más alto que la nota;
la vihuela de péndola con aquesto, y Sota .
Medio can no et arpa con el rabé morisco;
entre ellos alegranza el galipe francisco.
La rota dis con ellos más alto que un risco ;
 con ella el tamborete: sin él non vale un prisco.
La vihuela de arco fas dulces debayladas,
adormiendo a veces, muy alto a las vegadas,
bozes dulces, sabrosas, claras e bien puntadas
a las gentes alegra todas las tiene pagadas;
dulce canan entero sal con el panderete
con sonajas de azofar faze dulce sonete,
los órganos í dizen chaones e motete,
la hadedura albardan a entre ellos se entremete;
dulgena e axabeba, el finchado albogón,
cinfonía e baldosa en esta fiesta son,
el francés odrecillo con estos se compón,
la reciancha bandurría aquí pone su son;
trompas e añafiles balen con atabales;
non fueron tienpo ha plazenterías tales
tan grandes alegrías nin atan comunales;
de juglares van llenas cuestas e eriales.

Del Libro del Delphin de música ( 1538), de Luis de N arváez, inserto este fragmento de una copla:

El romero y peregrino
cansado de caminar
comienza luego a cantar
por alivio del camino,
y el pastor
cuando haze mas calor
no siente el trabajo dél,
porque tañe su rabél
con que siente gran dolcor.

En Santander, en la zona de Campóo, donde se han acompañado tantos bailes al son del rahel, un día se oyó esta canción picaresca ( 1) salida de boca de un anciano:

Las despedidas se dan
pidi endu perdón a to us
yo lu jagu al espenzar
cumo lu j acen los lobus.
Con el parle de los viejus
sacarás giien castraoriu
a las mozas doy consejus,
a los mozos retortoriu.
Entri jatucu y novilla
no s’alcuentra diferencia ...
pero mirándulu atrás,
alcuentras la diligencia ...
Es el rabel el que toca que yo ná le estoy dij endu ...
Las cuerdas que se le aflojan y perdón está pidiendu ...


(l) Recogida y publicada por JUSTO MARTÍNEZ GONZÁLEZ, en Monólogos y Estampas de Costumbres Campurriano-Montañesas. Reinosa, 1920.

Existen ciertas vinculaciones entre el rabel y el víolín, pero cada uno evoluciona por troncos, aunque paralelos diferentes, que nada tienen que ver entre sí. No estando de acuerdo con la opinión de D. Ramón Menéndez Pidal que dice que el rabel es el primitivo violín ( 2).

El rabel que durante la Edad Media se usó en España podemos hoy día verlo en una escultura de la catedral de Santiago de Compostela (Lámina I), en la que aparece la figura de un rey músico tocando el rabel (3). Este tiene las características clásicas anteriormente citadas: Pequeño tamaño, cara superior plana, tablas cara inferior abombadas, tres cuerdas y un arco rústico. En los manuscritos de “Las Cantigas de Santa María”, del rey Alfonso X el Sabio, se encuentran miniaturas que representan gran cantidad de músicos tocando instrumentos. En una de estas pinturas se ven dos músicos con rabel. Rabeles en forma de pera alargada y que, en el extremo del clavijero, presentan cabezas de animales talladas en la misma madera. Uno de ellos afina el rabel, pero el otro está tocando y se observa claramente que emplea un plectro para sonarlo. En la representación no aparece arco alguno.

Repitiendo que el empleo del arco no era exclusivo. Fieles copias de rabeles medievales las poseen el Conjunto de Música Antigua “Ars Musicae” de Barcelona, y el Grupo de Instrumentos Antiguos “Atrium Musicae”, que hacen de ellos continuo uso para sus recitales. También son numerosas las obras pictóricas dedicadas a músicos tañendo instrumentos entre los que aparece el rabel, teniéndolo algunas casas de fabricación de instrumentos de cuerda españolas como emblema.  Al encontrarse el instrumento entre las clases populares va dando origen a nuevas formas, ya que, al contar con muchos menos recursos que los cortesanos, tienen que fabricarse ellos mismos sus instrumentos.

Prescindiendo de tablas abombadas, los construyen con las dos tapas planas, entallando el contorno de forma similar a las violas. No por copiar de éstas, sino por facilitar el juego del arco.

La vida del rabel discurre en tabernas y centros populares, sonado por cantores o juglares, empleándose principalmente como instrumento para acompañar la danza.


(2) RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL, Poesía Juglaresca y Juglares. Colección Austral. Pá-gina 42.
(3) La escultura es obra. del maestro Esteban de Platerías y corresponde a finales del s. XI o comienzos del XII, con lo cual sería ésta la más antigua representación del rabel conocida en España. No tenemos noticias documentales hasta el siglo XIV.

Es probable que en un tiempo tal instrumento estuviese extendido por toda España. Robert Donington ( 4) dice que el rabel se conserva además de en la parte alta de la Montaña, en otros lugares de España. Que yo sepa aún persiste un tipo algo perfeccionado en algunos pueblos de la Sierra de Pineda (Burgos), como son Barbadillo y Río Cabado, con cuatro cuerdas, conservándose en la región esta copla :

El rabel que ha de ser fino, ha de ser de verde pino:
la vihuela de culebra,
y el sedal de mula negra ( 5).

Eduardo Martínez Torner ( 6) nos cita en su cancionero la existencia de algunos rabeles en la vecina región de Asturias: “No hemos visto a nuestros pastores usar instrumentos de cuerda. Nos han hablado del rabel, que en otro tiempo se usó para animar los pastoriles bailes o acompañar al cantor de romances, pero no hemos podido nunca escuchar en nuestra provincia uno de estos instrumentos.”

Esta y otra cita del mismo cancionero indican que el rabel hace tiempo que dejó de usarse en Asturias: “Nuestros pastores ya no lloran sus cuitas de amor al son del rabel o el caramillo” ( 7).  He podido obtener unos datos ( 8), aunque vagos, significativos de que _en la provincia de Madrid se sonaban unos rabeles, basados en una caña y un bordón, entre los cuales se colocaba una vejiga llena de aire y se hacía sonar la cuerda mediante un arco, constituyendo un juguete para los niños; era muy utilizado en tiempos de Navidad, durante la Nochebuena. Desde luego su construcción es muy simple y su forma no constituye una variación generalizada, si no de los instrumentos de una determinada zona, surgida posiblemente por la escasez de otros elementos.

(4) ROBERT- DONINGTON, Los instrumentos de música. Madrid, Alianza Editorial, 1967. Pág. 132
(5) Sedal, arco que se guarnece con crines.
(6) EDUARDO. MARTÍNEZ TORNER, Cancionero de La Lírica popular asturiana. Madrid,
Nietoylía, 1920. Pág. 240.
(7) Obra ant. cit. Pág. 38.
(8) En el Diccionario Enciclopédico Abreviado Espasa-Calpe. 7.ª Edición. Tomo VI.  Madrid, 1957.



NUESTROS RABELES

Una vez descritas las características del instrumento, viendo las escasas zonas de pervivencia actual,desvirtuado y, en el peor de los casos, desusado.  Es la provincia de Santander la única que conserva de una manera más o menos firme el uso de tan peculiar instrumento, aunque no sean muchos los jóvenes que en la actualidad mantengan esta tradición.  El rabel arraigó en las partes alta de laMontaña: en los valles de Cabuérniga, Iguña, Polaciones, todo Campóo, Valderredible, etc. De allí fueron descendiendo los rabeles y sus tañedores hasta las partes bajas de la provincia, sin llegar a las costas. Eminentemente en Santander fue un instrumento pastoril, que le alivió en su soledad primaveral, cuando recorría las altas cumbres de frescos pastos, quedando sus notas sostenidas más de una vez por el eco de los valles.

Más tarde, en el invierno, el pastor guardó sus rebaños en las cabañas y establos, cuando la nieve se precipitaba sobre montañas y prados, corrales y casas. Me imagino estos pequeños pueblos, incomunicados con otros durante meses, en los que transcurre la vida en las cocinas, frente al hogar, junto al fuego o la chimenea. Aquí, en estos momentos de ocio, es donde las viejas gentes traspasan sus conocimientos a las nuevas generaciones, que éstas a su vez habrán de enseñar a sus hijos. El romance, refrán o adivinanza es aprendido y guardado por las mozas (9); la copla, la moza o el mozo indistintamente: ella las cantará, al son del pandero, junto a las otras, en el día de la fiesta del pueblo, y él, pedirá las Marzas, y también le servirán para ir de ronda.

También el rabel tiene su sitio en las cocinas y a él corresponde, sonado por una mano hábil, el acompañar estos bailes caseros. Asimismo se tañía en los oficios solemnes en la iglesia, mientras cantaba el sacerdote.  Cuando los pueblos prescindieron de sus pastores, que permanecían todo el año en el monte, porque las nevadas en invierno no eran tan fuertes o porque los lobos desaparecían y no precisaban tanta atención los ganados, éstos anduvieron por los caminos de la Montaña buscando una ocupación dentro de los más diversos trabajos. De ahí que se encuentren rabeles en zonas bajas.  En el alto duermen en los desvanes o en alguna cabaña, olvidados para siempre.

El rabel fue de dominio público, todos los pueblos tienen más o menos una persona que conserva las tradiciones y costumbres de la comunidad y seda buena maña para hacer suyo el mérito ajeno. Algunos pueblos de Campóo tienen en la actualidad un hombre que tañe el rabel, y es admirado por sus paisanos, siendo a vista de ellos mejor que ningún otro.

(9)No me cabe la menor duda, lo he podido comprobar en numerosas ocasiones, de que la mujer es la mejor conservadora de la tradición.

En la provincia de Santander están representadas las dos formas de tocar el rabel, o mejor dicho, rabeles de ambas procedencias, el rabel y el rabé morisco. El primero se toca apoyándolo en el pecho, el segundo se coloca entre las piernas y se mantiene en posición vertical ( 10). La forma en que algunos de nuestros rabelistas tocan el instrumento, indica que evidentemente proviene de una costumbre árabe. Por otra parte se distinguen tres tipos, cada uno de ellos de distinto tamaño: el primero de 45,50 cms. de longitud, podríamos denominarlo como rabel “de zurrón” por su pequeño tamaño (Lám. VII); los ejemplares que constituyen el segundo tipo oscilan de los 53 a los 59 cms.  (Láms. III, IV, VI, VIII, IX, XI y XII) ligeros; los restantes son grandes, 63,50 cms., y pesados (Láms. II y X).

Entre los rabeles del segundo tipo se encuentra uno de gran talla, 62,50 centímetros. Una de las razones para que lo incluya en el segundo, y no en el tercer grupo, es que posee una muesca en la parte izquierda del mástil para colocar el dedo pulgar, luego está claro que se apoya en el pecho.  Un ejemplar de los aquí estudiados nos da una idea de los rabeles perfeccionados que existen en la provincia de Burgos. Mejor se podrían denominar violines rústicos, pues este ejemplar ha sido construido basándose en un violín.

El rabel no tiene un número de cuerdas fijo. En Santander los tenemos de una, dos, tres y hasta cuatro. Si hubiera que decir cuál es el que predomina, diría que es el de dos cuerdas, y en menor número el de una, no tocando, desde hace mucho tiempo, nadie con tres ni cuatro cuerdas, aunque, como a continuación veremos, muchos ejemplares poseen un clavijero que las admite.


RABEL DEL “TIO RONQUILLO” (LAS COSTERAS). SIGLO XVII. 

Es el ejemplar más tosco y pesado de cuantos conozco, 63,50 cms. de largo.  Su clavijero es de un marcado aire medieval con dos finas, pero largas clavijas situadas a sus costados y esd reforzado con unos remiendos de cuero y hojalata. La longitud del mástil, incluyendo el clavijero, es de 32,50 cms. y 3,50 cms. de anchura.

La forma de la caja está condicionada por cuatro entalles en su contorno para facilitar el juego del arco, siendo su cara superior de hojalata, unida a la madera por unos pequeños clavos y perforada con dos grupos de agujeros, cinco en cada uno, que permiten entre el sonido en la caja de resonancia. El detalle de las entalladuras, unido al de los grupos de agujeros, con el cambio de lugar del puente, más arriba o más abajo, nos podría indicar que el tañedor o juglar, al que pertenecía el instrumento, obtuviese tonalidades diferentes.

La longitud de la caja es de 31 cms., con una anchura de 12 cms. y una altura de 9. El puente recuerda por su forma a un yugo, siendo poco común y escueto. En la parte inferior del instrumento las cuerdas están asidas a una fuerte tira de cuero. Sus dos cuerdas de tripa, la primera más fina que la restante.

Ejemplar construido todo él de una sola pieza en madera de cerezo, color rojizo con brillo de uso y con restos de haber estado antiguamente barnizado con un tono oscuro. Como dato interesante, ya que tiene una repercusión hasta nuestros días, es el detalle de depositar un pegote de resina, en el ángulo que forma el mástil con la caja, más concretamente en el hombro derecho del instrumento, a efectos de tenerla más a mano. Hoy en día nuestros rabelistas conservan esta costumbre que vieron hacer a sus padres.

El arco que le acompaña es de gran abertura, hecho sobre una vara de cerezo también, con dos orificios en cada extremo, que dos cuñas sujetan las cuerdas. También conserva el tono oscuro que le dio el barniz.  El ejemplar pertenece a la Colección del Museo Etnográfico y Folklórico de Cantabria.

(10)Actualmente en la isla de Creta conservan un rabel, con tablas abombadas y forma idéntica a los medievales, siendo sonado en posición casi vertical. apoyando el clavijero en el pecho.

RABEL DE FRANCISCO SOBALER (ESPINILLA). STGLO XVIII. 

De este ejemplar de 59 cms. se conserva la estructura y, a pesar de haber sido atacado por la polilla, se encuentra en buen estado.

Con clavijero en forma de barca, inclinado hacia atrás, con dos clavijas de las cuales sólo conserva una
superpuesta .al mástil tiene una tablilla, que vuela casi hasta el centro desu caja, sujeta por unos clavos. Su longitud, incluido clavijero, es de 26 cms.,el ancho del mástil de 3,4 cms.

La caja no conserva más que contorno, faltando las dos tapas. Con una longitud de 33 cms., 18 cms. de ancho y 4,2 cms. de altura. Su caja es de forma similar a instrumentos de la familia de las violas, con dos entalles. 

En su parte inferior conserva la tira de cuero sujeta por unos clavos. Todo el instrumento está construido en madera de nogal, su color es el natural, oscuro, y el brillo que tiene es de uso. No conserva el arco.

Este rabel, como citamos anteriormente, es propiedad de Francisco Sobaler, que lo restaurará en breve para sonado.

RABEL DE FRANCISCO SOBALER (ESPINILLA). SIGLO XVIII. 

Ejemplar ligero, manejable, de unas trazas campesinas y señoriales a la vez; de 53 cms. de largo.

Tiene un clavijero en forma de barca, con cuatro agujeros y tres clavijas, aunque en la actualidad Francisco no utiliza nada más que dos cuerdas, una de nylón y otra metálica.

Su mástil posee una tablilla que vuela hasta el mismo centro de la caja.  Tiene una anchura de 3 cms. y una longitud de 27 cms. Dadas sus trazas medievales podría haber pertenecido a un rabel más antiguo.

En la caja sus tablas laterales están ligeramente arqueadas. Mide 26 cms.  de longitud, 16 cms. de anchura y 4.,5 cms. de altura. En el centro de su cara superior se encuentra un orificio circular rodeado por otros más pequeños en número de seis. Puente rústico, sus cuerdas van sujetas a una tirilla de madera perforada situada en la parte inferior del instrumento. Sus tablas están sujetas por clavos. El ejemplar se encuentra algo deteriorado y en la madera se pueden ver remiendos de hojalata y otros arreglos que no estropean en nada su esbelta línea. Construido con madera de saúco, su caja es de color rojizo debido al barniz que aún conserva.

Su propietario actual emplea dos arcos para tañerlo, uno rústico, muy abierto, y otro, construido en la actualidad, más cómodo, que puede verse en la Lám. XIII.

Al igual que el anterior es propiedad de Francisco Sobaler, siendo el que tañe en la actualidad.

RABEL DE CAMPOO. SIGLO XIX. 


Bonito ejemplar, de forma muy similar a la de las violas, con 62,5 cms.  de longitud y fuerte mástil, en cuyo extremo se encuentra un pequeño nicho que es atravesado de derecha a izquierda por una clavija de proporciones desmesuradas.

La forma del clavijero nos muestra una reminiscencia, aunque muy estilizada, de los clavijeros en forma de barca. En el mástil, que es de 35 cms. De largo y 3,5 cms. de ancho, se encuentra, en su parte izquierda, una muesca para colocar el dedo pulgar, adquiriendo de esta forma la posición correcta para pisar la cuerda. La cuerda es de tripa.

La caja tiene 27,5 cms. de longitud , 15 cms. de anchura menor y 17 de mayor, con una altura de 7 cms. Como he dicho anteriormente, es de forma similar a ejemplares de la familia de las violas, prolongando hacia el exterior en forma de aleta la parte del entalle superior. La tapa superior es de hojalata con ocho agujeros colocados arbitrariamente en el centro de la caja. Tiene un puente muy acabado con dos orificios. Su única cuerda está atada a una tirilla de cuero, calada por ocho agujeros.

El instrumento de una sola pieza es de madera de roble.  Su arco construido sobre una vara de avellano, muy cerrada, con dos fisuras en los extremos, en las que penetran las crines.  

Ejemplar perteneciente a la colección del Museo Etnográfico y Folklórico de Cantabria.

RABEL DE VALDERREDIBLE. SIGLO XIX. 

Ejemplar de tamaño reducido, 54,5 cms. de longitud. El clavijero ya no es en forma de barca ni sus clavijas se sitúan a sus costados, si no de frente.  Posee dos clavijas y sus cuerdas están formadas por crines. Es curioso observar que una de sus clavijas tiene forma de pala y la otra parece la parte posterior de una flecha.
El mástil, que sale de la caja hacia el clavijero estrechándose cada vez más. A la mitad del mástil existe un empalme con cuatro clavos, pudiendo ser que el clavijero y parte del mástil no perteneciesen al resto del instrumento.  Es de una longitud de 29 cms.

Su caja en forma de vihuela, con entalladuras de curvas suaves. Su longitud es de 25,5 cms., 13,5 cms. la anchura y 5 cms. su altura. La caja tiene una particularidad, que sus dos tapas, tanto la inferior como la superior, son de hojalata. En la cara superior tiene un agujero en forma de triángulo, rodeándole existen otros dieciocho agujeros que forman la misma figura, aunque de mayor tamaño.

En su parte inferior tiene un pequeño taco, sujetado por dos clavos, que al aparecer las puntas por el extremo de la madera sirven para anclar las cuerdas. Posee un puente sencillo. En su hombro derecho conserva el característico pegote de resina. Construido en dos piezas, siendo ambas de pino. No posee ningún barniz, pero ha debido de ser pintado con nogalina, con brillo de uso, presentando ambas tapas de hojalata restos de una pintura color grisáceo.

Su arco no tiene precedentes entre los anteriores. Construido en madera de pino con mango, y todo él de una robustez, así como grosor, considerable.  Es recto, con dos clavijas en forma de pala y dos perforaciones en cada una de ell as, a efectos de atar las crines.

Perteneciente a la Colección del Museo Etnográfico y Folklórico de Cantabria.

RABEL DE JOSE LLORENTE (FONTECHA). SIGLO XX. 

Ejemplar ligero, de 54,5 cms. de longitud, con clavijero en forma de pera invertida, ligeramente inclinado, siendo plano en su parte superior, con dos clavijas situadas de frente, una en forma de paleta y nucleiforme la otra.  Su mástil, incluido el clavijero, es de 26 cms., con 3,5 cms. de anchura.  

La caja es de forma similar a otros ya estudiados y que comparo con la forma de un 8, las paredes laterales del instrumento están cortadas casi en línea recta, con cara superior de hojalata muy bien sujeta en su contorno por pequeños clavillos. Centrados con respecto a los entalles, que están situados más abajo de la parte media de la caja, se encuentran cinco orificios en forma de cruz griega, siendo el del centro de mayor tamaño. La longitud de la caja es de 28,5 cms. y anchura de 11,5 cms. y 6 cms. de altura.

Sus cuerdas originales de cerdas, en número de dos, fueron en su día sujetas a una tiera de cuero, de la que sólo quedan los restos, y hoy sujetas a dos clavos que posee en el mismo lugar.

No tiene puente. Este ejemplar se construyó con madera de haya de una sola pieza, con color natural y brillo de uso.

Este rabel es propiedad de José Llorente, quien lo tocaba hace algún tiempo.

RABEL DE ALIPIO GOMEZ (FONTECHA). SIGLO XX. (Lám. VIII)

Como ejemplar es el más pequeño de cuantos he tenido en mis manos, se podría hablar de un instrumento de bolsillo. Su longitud total es de 45,5 centímetros.

Su clavijero, de forma similar a la cabeza de un reptil, inclinado hacia la izquierda, posee dos clavijas colocadas de frente, y se puede ver claramente en su cara anterior grabada una “A”, inicial del propietario.

El mástil, incluido el clavijero, es ele una longitud de 26 cms. y de 3,3 cms. de ancho. En su parte media, hasta juntarse con la caja, le decoran en cada uno de su s lados diez muescas. Su caja, con dos entalles, representa la figura de un ocho. Su cara superiores de hojalata unida a la madera por unos clavillos que la rodean totalmente, con doce agujeros alineados de forma rectangular en su parte central. En la cara inferior, que tiene la forma abombada, está cuidadosamente grabado con distintas iniciales y figuras, que luego han sido ahumadas. 

A sus costados, en las entalladuras por donde ha de pasar el arco, tiene unas muescas que pueden jugar un papel decorativo, y a la vez práctico. como es el de colocar la resina y, de esta forma, ésta se adhiera mejor a la madera. 

Es el primer instrumento en el que la resina está colocada en los entalles, aunque esta forma es más lógica y está más a mano que la de colocarla en los hombros. La caja tiene 19,5 cms. de longitud, una anchura de 9,4 cms. y 5 cms. de altura. No conserva su puente original. El anclaje de las cuerdas es el más usado por el momento, una tira de cuero fijada a la caja por clavos. Sus cuerdas originales fueron de tripa de cerdo.

El ejemplar está construido todo él en una sola pieza de roble, sin barniz y con un lustre natural de uso.

No se conserva su arco.

Este rabel, por su pequeña talla y sus grabados, indudablemente acompañó a su amo en las labores de pastoreo.

Pertenece el ejemplar a María Gómez González.

RABEL DE TEODORO ORTEGA (SILIO). SIGLO XX. 

Su forma y dimensiones son parecidas a las de los guitarrones que se emplean en la ejecución de las jotas. La longitud total es de 59 cms. Su clavijero, ligeramente inclinado hacia atrás con relación al mástil, es de forma rectangular y posee tres clavijas, dos de ellas muy bien trabajadas, la otra es posterior, formando un triángulo. Las tres cuerdas eran metálicas.  Tiene un mástil de 32 cms., incluido el clavijero, de sección circular con 4 cms. de ancho.

La caja con sus dos caras planas, de 27 cms. de larga, anchura menor de 13 cms. y mayor de 18, con una altura de 7 cms. En la cara superior tiene dos perforaciones en forma de S. Las cuerdas van sujetas a un sistema de anclaje de manera igual al de las guitarras, no llegando al final de la caja. Construido sobre seis piezas de pino encoladas, aún conserva el barniz. En su hombro izquierdo se ven restos del pegote de resina que tuvo en algún tiempo.  No se conserva el puente ni tampoco su arco .

Al parecer el rabel fue construido por Máximo Rodríguez, ebanista dela villa de Santoña.

Anteriormente le había hecho otro que rompió con el uso.

El ejemplar es propiedad de Domingo Ortega, su hijo.

RABEL DE TRESABUELA (POLACIONES). SIGLO XX. 

Es otro de los ejemplares pesados, de líneas sobrias; 63,5 cms. de longitud.  Aunque se trate de un rabel construido en nuestros días es una viva estampa de los más antiguos usados en Santander. Su forma, excepto el clavijero que presenta similitudes, es idéntica al que aparece en la portada de la primera edición del libro “Rabel”, publicado en 1934. por el escritor costumbrista y montañés Manuel Llano.

El clavijero constituye una nueva forma para mí, ya que es el primero que conozco de estas características. Posee dos clavijas en forma de palas, colocadas en posición lateral, y tiene dos rebajes en cada uno de los lados.  El mástil, con clavijero, es de 38,3 cms. de largo y 5 cms. de ancho.  

Instrumento con ca ja de 25,2 cms. de longitud, 13 cms. de ancho y 7 de altura, en forma de 8, con tapa superior de parche, tensado y ajustado al resto de la caja por clavos. El parche, en su parte más inferior y en el centro, tiene cuatro agujeros colocados en forma de rombo. Son poco comunes los rabeles con parche debido a que se destemplan con el frío. Puente esbelto y bien acabado.  Sus cuerdas asidas a una tira de cuero, son de cerdas de cola de caballo.  Construido en una sola pieza sobre madera de fresno , presentando su color natural blanco.

Tiene un arco muy abierto co nstruido en una vara de la misma madera, y lleva las cerdas anudadas en los extremos. También su arco es muy parecido al de la portada del libro antes citado.

Construido por Alfonso García y Antolín Morante, del citado pueblo de Tresabuela, los cuales han hecho numerosos rabeles a lo largo de su vida, habiéndoles orientado en la confección de éste Isaac Morante, paisano que los sonó y que fue quien construyó el rabel a Manuel Llano.

Este ejemplar es propiedad de Benito Madariaga.

RABEL DE “CHELíN” (PARACUELLES). SIGLO XX. 

Instrumento primorosamente trabajado, de líneas finas y elegantes, que, más que un rabel, se puede hablar de un violín. De una longitud de 58,5 cms.  Clavijero en forma de barca con el extremo vuelto hacia adelante, como las violas, con cuatro clavijas situadas lateralmente de forma redonda y de corazón. En la actualidad conserva tres clavijas.  Su mástil, de 3 cms. de grosor, tiene una tablilla como los violines, que, al llegar a la caja, vuela. Una parte del mástil está encajada en la otra con mucha precisión y sujeta además de la cola por dos clavos. La otra parte del mástil y el contorno del instrumento están hechos en una sola pieza. La longitud del clavijero y mástil es de 27 cms.

La caja es de madera y sus tapas están ligeramente abombadas, sujetada la superior por clavos. Sus dimensiones son: longitud, 31,5 cms.; 16 cms. de ancho y 5,3 cms. de altura. La tabla superior tiene dos fisuras en forma de S.  Es el primer rabel, de los que conozco en la provincia, que tiene alma. Puente elegante. Las cuerdas, metálicas, van fijadas a un sujetador de la forma de un calzador, también de madera, que a su vez se ancla con un cable de cobre en un botón situado en la parte inferior, como los violines.  El arco es parecido al de los violines, pero más rústico, y de sección circular.

El ejemplar está construido sobre madera de saúco y barnizado. Contando su actual propietario que el mismo “Chelín”, tañedor conocido con este nombre, lo construyó, ya que se dedicaban sus familiares a hacer ruedas de carretas y otras piezas de madera. En su construcción emplearon una cola especial compuesta de pez.

Su propietario, Emilio Rodríguez, lo tiene expuesto, junto con otras piezas campurrianas, en su establecimiento “Mesón Tajahierro” de Reinosa.


RABEL DE “LIN, EL AIROSO” (REINOSA). SIGLO XX.

Instrumento de mediano tamaño, de una longitud de 57 cms.  Es curioso su clavijero que tiene en su parte anterior dos agujeros, colocados transversalmente con relación a las clavijas, por los que penetran las cuerdas. Tiene dos clavijas cuidadas y redondas.  El mástil es de 24. cms., incluido el clavijero, y una anchura de 2,5 cms.  La caja es en forma de 8 con 33 cms. de longitud, 16 cms. de anchura y 5,7 de altura. En su cara superior y en el centro se encuentran dos agujeros con dos fisuras también que permiten la penetración del sonido. En su hombro derecho, como en la casi totalidad de los rabeles que se conocen, tiene restos de resina, aunque en la actualidad su propietario no la coloca. 

Posee un basto puente de tamaño considerable. Sus dos cuerdas, de tripa y metálica, van sujetas a una chapa de aluminio situada en la parte inferior del instrumento, ajustada a la caja por dos clavos.

Todo él consta de siete piezas de maderas diversas, predominando la alisa. Las tablas de su caja están encoladas.  Conserva su arco, de forma rústica, que tiene una clavija para sujetar mejor las cerdas.
El ejemplar está construido por un carpintero reinosano.

Este rabel es propiedad de su tañedor, Antonio López Morante.

RABELISTAS

Podemos decir que la flor y nata de rabelistas con que la provincia de Santander ha contado y cuenta, eran y son campurrianos, de todas partes y de todos los rincones. Como zona más importante de tañedores tenemos “Las Costeras”, conocida con este nombre la zona colindante a la Sierra, y formada por los pueblos de: Morancas, Aradillos, Fontecha y Camino, aunque éste pertenece a Campoo de Suso, junto con La Miña, Salces y otros muchos.

Muy notables fueron la mayoría de los rabelistas desaparecidos, pues entonces eran muchos a tocar y mucha la competencia. En el recuerdo están en Morancas:El Tío Ronquillo”, del que se sabe muy poco.  En Fontecha: José Macho, posiblemente éste sea el denominado “Ciego de Fontecha”, pícaro y excelente rabelista, casado con una sorda, Celedonia, más conocida por “La Criba”; apodo que él mismo la había puesto. Aún hoy en día ancianos que han pasado los ochenta recordaban el día en que esta pareja tuvieron un hijo, al que dieron el nombre de Segundo, José salió de casa gritando: “La mi Criba ha traído un cribo”. De él se dice que cantaba tan bien la Misa como el cura. Solía ir mendigando por las romerías y fiestas de los pueblos cercanos, tocaba el rabel de dos cuerdas en las cocinas, acompañándose también con la pandereta.

Quinito, “el Pequeño”, pues así le distinguían en las conversaciones los vecinos, de su hermano José, “El Ciego Grande”. Al igual que su hermano era ciego de nacimiento, y estuvo casado con una ciega. También he podido oír que si veía algo, pues ella siempre iba asida, por detrás, a su cuévano, y otras curiosas anécdotas que por allí se cuentan.  Es muy grande la confusión de la gente al hablar de cualquiera de los dos, atribuyendo las cosas de uno al otro.

Otros, como Diego Macho, adquirieron también justa fama, siendo asimismo de este pueblo Bernardina García, mujer que cuando sus ocupaciones se lo permitían, tocaba a la puerta de su casa. Es la única mujer, que yo sepa, que ha tocado el rabel y además bien, según me han dicho personas que la conocían.

Ramón Fernández es un hombre, poco amigo de hablar, que no quiere admitir que ha tocado el rabel, negándose rotundamente a decir nada que pueda aclarar las afirmaciones de sus vecinos, y ni siquiera he podido ver su instrumento, pues alega “lo vendí a unos señores para ponerlo en una casa elegante”. ¿No será ésta una respuesta irónica?. De lo contrario, creo que puede ser descendiente de los más puros pasiegos.

Alipio Gómez fue otro de los que supieron hacerse con cierto nombre tocando el rabel, siendo José Llorente el que ha clausurado hace unos años el uso de este instrumento en el pueblo de Fontecha.  Los rabelistas de Camino acompañaban las fiestas de Navidad , el martes de Carnaval (Andruido) y otras señaladas.

Rafael González destacó más como constructor que como tañedor. Hacía albarcas en gran cantidad. Fue pastor durante algún tiempo. Se levantaba a las cuatro de la madrugada y se quedaba hasta las diez de la noche haciendo algunas veces tres o cuatro pares diarios. No es el primer caso de persona que dedicándose a fabricar albarcas, construye rabeles y que incluso los toca (11).  Excelente por su técnica, tañendo el ejemplar de una cuerda, fue Eladio Barrio; otro Manuel García, y, en la actualidad, el rabel sigue sonando, aunque no de una manera constante, en manos de Pedro, “El Rubio”, modesto rabelista al que no se le encontrará en los concursos populares que en la capital de Campóo se celebran.

La Miña contó en su día con dos acreditados representantes del buen tañer, estos fueron Donato García y Gumersindo Saiz.  En Fresno tocaron el rabel los hermanos Manuel y Santiago García. 


Otros, Emiliano González, en Nestares; Ramón, en Suano, excelente rabelista perteneciente a la más vieja casta de rabelistas, ya fallecidos, que gozaba de gran fama entre las gentes del lugar. 

Isaac Morante
Isidro Díez de Argiieso tocaba en las cocinas, en las chocolatadas que organizaban mozas y mozos. Cuando tocaba en la calle, salía la gente a las ventanas para escucharle. Por la tarde, una vez terminadas sus labores, en lugar de ir d la taberna, como los demás hombres, gustaba de tocar solo, encerrado en su cocina. ¡Cómo no tocaría, que al salir los niños de la escuela iban a su casa para escucharle!  

En Paracuelles, Chelín tocaba un rabel bastante perfeccionado que en este estudio se incluye.

Importante ha sido la familia “López” de Tajahierro, que ha dado a Campóo rabelistas de renombre: Mateo López, “El Saltapraos”; Luis López (de Celis, Aquilino López, representada en la actualidad por Antonio López Morante, “Lin”.

(11) Este es el caso de Isaac Morante (Tresabuela), que podeis ver en la fotografía, sobre estas líneas o Nicanor Gutiérrez (Camino), que ha construido varios.

Francisco Sobaler
Francisco Sobaler Barrio nació el 19 de julio de 1923, en Espinilla ( Campóo de Suso). Alternó las labores de la tierra, ganado, etc., con la escuela. A eso de los diez años, picado un poco por la curiosidad, retuvo el primer rabel en sus manos, y dos años más tarde, cuando contaba doce, ya lo tocaba. Por aquel entonces eran muchas las personas que tocaban el rabel en el Valle y además con calidad, por lo que no le fue difícil aprender la técnica, aunque de quien más aprendió, según palabras del propio Francisco, fue de su padre.  El primero en tocar el rabel en la familia fue su abuelo, y hoy día él constituye la tercera ·generación de rabelistas en su familia (Lám. XIII). Uno de los factores importantes que contribuyeron a inclinar al muchacho hacia. el rabel fue sin duda la ausencia de medios de difusión en las largas y grises tardes de los inviernos campurrianos, con los campos y tejados cubiertos por la nieve. Era entonces cuando se reunían los vecinos y familiares en las cocinas y se bailaba al son del rabel y de la pandereta. Así fue cogiendo seguridad en el manejo del instrumento, llegando a cantar al tiempo que tocaba, cosa bastante difícil, ya que si se pierde el ritmo, cosa fácil es imposible continuar.

Sus primeras presentaciones en público las hizo en Reinosa hacia el año 1945, donde actuó año tras año durante nueve o diez. También bajó a las Romerías de los pinares del Faro varias veces, una de ellas en 1958.  En las Ferias de San Mateo (Reinosa) de 1967, XXV aniversario del Día de Campóo
( 1942-1967), ganó, en reñida competencia, el primer premio de rabel.

Durante los años 1969 y 1970 ha actuado en las fiestas de Cabezón de la Sal y Torrelavega.
Actualmente, y desde hace algunos años, vive retirado de todo concurso, tocando el rabel para sus vecinos y familiares. Es una pena que Francisco Sobaler no sea apreciado en todo su valor, reconociéndole como el mejor rabelista actual, por su elegancia y limpieza en todas sus ejecuciones.  En Reinosa hubo personas, cultas, que aprendieron a tocar el rabel, llegando a sonarlo con seguridad y soltura. Este es el caso del escritor Luis Mazorra y de Faustino García, más conocido por “El Peinado”. 

Antonio López Morante "Lin el airoso"
Antonio López Morante, “Lin”, nació el 25 de agosto de 1901 en Tajahierro (Campóo de Suso). Una vez que tuvo la edad necesaria para ir a la escuela, hubo de prescindir de ella, pues se encontraba a cinco kilómetros, y por otra parte eran 16 hermanos, no siendo muy buena la situación económica de la familia, ejerciendo su padre la profesión de caminero.

Su vida transcurrió en el pueblo, su trabajo durante mucho tiempo fue guardar las cabras, recoger leña para el invierno y otros menesteres similares.  Durante este tiempo, viendo tocar a su padre, aprendió a tocar el rabel, instrumento del que fue compañero toda su vida, incluso en las minas (Lámina XIV).

A los doce años fue cuando abandonó todo aquello para ir a servir a casa de un médico que residía en Celada de los Calderones, permaneciendo dos años, transcurridos los cuales marchó a las minas de San Cifrián. Antes de ingresar a los veintitrés años en el Ejército, aprendió el oficio de carnicero en Reinosa. Sirvió en el Regimiento de Algüera n.º 26 de Lérida, y participó en la campaña de Africa, tomando parte en el desembarco de Alhucemas, entre otras acciones militares. A su regreso trabajó en diversos oficios hasta su ingreso en una importante factoría siderúrgica de Reinosa, en la que permaneció hasta su jubilación.

Su primera presentación en público como rabelista la hizo en el año 1942 en las Ferias de San Mateo, junto con Ramón Fernández y su propio hermano Aquilino, donde obtuvo el primer premio.
El apodo de “Lin” debe ser un diminutivo del nombre de su hermano, ya fallecido y muy buen rabelista.

Durante muchos años su rabel ha amenizado reuniones junto al fuego en los largos inviernos. Ha actuado en bailes y fiestas populares, así como en concursos, en los que junto a otros renombrados rabelistas obtuvo lugares destacados .


Su técnica es muy peculiar, pues consigue una serie ele sonidos que al oyente arrastran al baile, logrando una gran atmósfera a su alrededor. Esta peculiaridad le ha servido para que sus paisanos le denominen “Lin, el Airoso”. Entre otras cualidades, posee la de tocar no sólo a “lo pesao” y a “lo ligero”, sino que además interpreta canciones romeras y de ronda , e incluso yo le he oído alguna asturianada.


(12). Recientemente ha ganado concursos como el de las Fiestas de Ntra. Sra. la Virgen del Campo (Cabezón de la Sal), el 9 de agosto de 1968.  En Reinosa en las Fiestas de San Mateo, también en 1968. Siendo nombrado en 1969, por el Ayuntamiento de Reinosa, Rabelista Mayor de Campóo. Primer premio en las Fiestas ele San Mateo en 1970 y solicitado en provincias como Valladolid y Zaragoza. Asimismo es llamado desde algunos pueblos cercanos: Brañosera, Bárcena de Pie de Concha, Pesquera, Molledo Portolín , Requejo, Nestares ...

En Silió (Valle de Iguña) vivió y deleitó con su rabel Teodoro Ortega, procedente de Proaño (Campóo), donde nació. Asistía a las romerías con su instrumento debajo del brazo, también a las. hilas que durante la noche se celebraban en las cocinas, organizando bailes al igual que en las partes altas de Campóo. Tocaba con gran destreza a “lo pesao” y a “lo ligero”. Murió a los cuarenta y cinco años, siendo su hijo Domingo Ortega quien lo sonó hasta hace algún tiempo.

Sé por personas de todo crédito que, en Cabuérniga, y más tarde cuando se vino a vivir a Santander, Manuel Llano poseía un rabel que, el incendio de 1941, destruyó junto con otros objetos, al ser su casa una de las afectadas.  Probablemente en el tiempo en que fue sarruján ya se fijó en alguno de estos instrumentos que más tarde había de tocar. No se puede hablar de su técnica, pues, si bien se sabe lo poseía y tocaba, nadie lo oyó directamente.  Isaac Morante, que fuen quien construyó el rabel a Manuel Llano, no lo toca en la actualidad , pero fue uno de los rabelistas que lo tañeron en posición vertical. Este rabelista es natural de Tresabuela ( Polaciones), y se dedica a construir albarcas (Lám. XIV-b).

José Fernandez
También en Belmonte (Polaciones), José Fernández toca un rabel, de dimensiones intermedias, en posición vertical, interpretando con el trovas y música de sones medievales.

Navamuel (Valderredible) también cuenta con su rabelista, el popular Julián “El Soltero”, que posee buenas cualidades.

(12) “Lin, el Airoso”, tiene en la actualidad una interpretación registrada en disco. Su título: Cancionerillo folklórico de Santander, de “La Antología del folklore musical de España”. Hispavox HH 16-332. Realizada por I. García Maros. Donde viene “Canción al Rabel”.


COPLAS

En nuestra Montaña, y con una raigambre y antigüedad comparable a la de los más viejos romances, se conservan tonadas de cuna, natas, ronda y baile; coplas éstas llenas de picardía e ingenuidad que tienen por misión hacer dormir al niño, el elogiar al ganado que proporciona el sustento de cada día, elogiar también a la moza en un día señalado, cantando sus primores, agradeciendo sus atenciones y entablando, mediante estas sencillas composiciones, riñas en las que el mozo y la moza se tiran los trastos a la cabeza.  Son romanceadas en cuartetas de ocho sílabas, que tienen libres los versos primero y tercero y asonantados o consonantados los versos segundo y cuarto, cantándose también redondillas.


Estas composiciones populares son conocidas también en la provincia como cantos de baile: a lo ha jo y a lo alto. El primero se denomina asimismo“ a lo pesado” o “ a lo llano”, no saltando en ninguno de sus pasos. El segundo es conocido por “a lo ligero”, “ a lo mucho”, “a lo vivo”, y se ejecuta saltando y brincando. Por lo general los músicos que tocan instrumentos para acompañar estos bailes han de acomodarse a los bailadores y rara vez ocurre lo contrario. En la actualidad estas tonadillas son características de ciertos instrumentos, recibiendo el nombre de canciones de “pandereta y rabel”.  

Las que aquí presento las he recogido en diversos puntos de la provincia de boca de Casilda González, María Gómez, Antonio López Morante, Francisco Sobaler y Domingo González Barreda, que aprendieron de sus mayores, y que conservan como parte que es, de su herencia familiar, transmitida a través de generaciones.